Una Segunda oportunidad para Eva

Daniel Villalpando

--

Durante varios días Eva había estado pensando sobre los planes y metas que se había trazado cuando era apenas una niña, en ese entonces era fácil imaginar que si decidía ser una prestigiosa pediatra lo lograría, pensaba que con solo decir que era feliz bastaba, desde esa inocencia imaginaba que casi todo lo propuesto era alcanzable, sin embargo, el malestar llegaba inmediatamente cuando su padre se enfrascaba en violentas discusiones con su madre, conflictos que podían llegar a los insultos y golpes constantes, esos gritos desesperados eran dirigidos a ella también. En ese momento recordó la fragilidad que representa ser apenas un niño, con las dificultades de entender lo que pasaba, con la visión limitada para comprender la vida adulta, no podía siquiera explicarse cómo era que dos personas se pueden llegar a odiar tanto pues aparentemente tenían una historia donde habían compartido momentos gratos y alegrías, aunque ahora ya no sería más de esa forma, pero después de todo ¿Por qué tendríamos que permanecer con quién día a día nos lastima y nos llena de dolor y sufrimiento? Pensaba en las muchas veces que había escuchado que el sufrimiento era opcional, y era para sorprenderse que de todas las opciones que tenemos, no seamos capaces de elegir aquella que nos saque adelante, posiblemente por miedo, por confusión, por falta de coraje o simplemente por no tener claras nuestras metas.

Esos mismos recuerdos la llevaron a otros y pudo recordar la única vez que su padre fue bueno con ella y tuvo un momento rescatable a su lado. Estaba vestida con un vestido blanco con flores, su padre la subió al coche y le dijo que irían a comer helado juntos, él había pensado en todo aquel malestar que le había ocasionado por años, así que entusiasmada subió al auto de su padre, una sonrisa se dibujó en su cara de forma natural, arrancó el auto y con ello su padre le dijo que era una persona muy importante para él, le contó que cuando era más joven siempre quiso tener una hija, le dijo que se prometió cuidarla, quererla, abrazarla y compartir con ella todo lo que tuviera en su vida, que sería el mejor padre que pudiera existir. Llegaron a su destino y pidieron el helado más rico y grande que había en aquel lugar, ella estaba emocionada pues pocas veces había pasado algo como esto, era excepcional, comía cada bocado con tanto gusto, movía sus pequeños zapatos blancos en el aire, pues no llegaban aún al suelo. Mientras disfrutaban su helado, su padre comenzó a contarle historias graciosas de cuando era un niño de su edad, le decía: cuando yo tenía 5 años como tú, me gustaba dibujar los paisajes y crear historias sobre héroes que habían sido olvidados en el tiempo, me gustaba jugar y explorar debajo de las piedras para encontrar animalitos, algunos hasta los llegué a probar, tenía muchos amigos, creo que fui un niño feliz, se detuvo un momento y la miró con atención.

- Te pareces mucho a mí, solo que tu mirada es diferente, sé que todo lo que pasa en casa te afecta y sé que tal vez nunca podré remediar esa tristeza que he causado en ti, espero que un día puedas perdonarme, he fallado en todo lo que me he propuesto, estoy seguro que mejor decisión fue tenerte, pero no supe qué hacer, no supe cómo ser un padre, tampoco he sabido ser un soporte y un ejemplo, no he podido resolver los problemas en nuestra familia, los he empeorado todos y cada uno, solo me queda saber que tú harás algo bueno, mientras yo exista no habrá nada bueno para nuestra familia y sin intenciones, sin consciencia has sido afectada también.

En ese instante, sintió como le era difícil comer su helado, ni siquiera disfrutaba ya de que fuera el más rico y grande, no podía siquiera pasarlo, comenzó a sentir miedo, confusión, no entendía por qué su padre hablaba de esas cosas complicadas, sentía como sus ojos se llenaban de lágrimas ante la tristeza de escuchar a un padre arrepentido pero sin motivación para el cambio, en definitiva era difícil de entender que quería decir con todo eso. Para concluir, su padre le dio un abrazo que duró segundos, pero la reconforto y la hizo sentir protegida, todo era confuso y las emociones iban y venían, se transformaban de inmediato. Esa tarde la llevo a casa y le dijo que tenía que portarse bien, que tomara buenas decisiones porque de eso dependían muchas cosas en el futuro. Parecía ser que los buenos recuerdos no eran una constante en la vida de Eva, lo que empezaba como una buena historia no tardaba en complicarse. Más tarde se enteró que su padre había muerto, en ese momento solo le dijeron aquello, pero conforme pasaron los años se enteró de que se había suicidado con un disparo letal a la cabeza, supo que su padre era adicto al juego y había perdido cantidades enormes de dinero, estaba endeudado, y había perdido su trabajo tiempo atrás.

Aquella salida que habían tenido no era más que la manera de despedirse, el anuncio de que todo estaba terminado y que depositaba en ella las esperanzas de una mejor vida. Realmente ella creía que nunca había logrado aquella expectativa que había depositado su padre cuando era apenas una niña, ni tampoco sabía si algún día lo haría, a su corta edad tenía claro que se había equivocado constantemente y que lo había hecho realmente mal, había probado alcohol en exceso, drogas, se había visto relacionada con personas peligrosas, se practicaba cortes en sus brazos de manera constante y por más que sabía que todo aquello era negativo, eso la salvaba de la soledad por un instante, el dolor y el recuerdo de todo lo que había pasado en su vida, cada corte realizado, cada gota de alcohol y cada alteración de la percepción obligaba a su mente a enfocarse en algo diferente al dolor emocional del que estaba harta.

Mientras pensaba en todo aquello, miraba a través de la ventana de un quinto piso que daba hacía un jardín, el cual permanecía descuidado, le recordaba que la falta de esfuerzo y cuidado llevaba a aquellos resultados, una vez más todos se quejaban, pero nadie se atrevía a buscar un cambio para que aquello luciera mejor. En ese momento Eva tenía 19 años, se quedó mirando fijamente, se concentró y soltó la hoja que tenía en su mano, abrió la ventana para tomar aire fresco, sintió la brisa como recorría cada parte de su cara y movía su cabello a un ritmo interesante y sin pensarlo más se lanzó a un punto de no retorno, solo cerró sus ojos y lo último que pudo sentir fue su alma impactando contra el concreto, y después nada, se había acabado todo, había decidido quitarse la vida, sin buscar más opciones, las cuales por supuesto tenía.

Lo único que se encontró de ella fue aquella carta de despedida: “La vida es un sueño, es una oportunidad, es un momento de respiro entre la inherente calma de la inexistencia y la paz absoluta que viene después de la existencia, se requiere fuerza para mantenerse en ella, pero no solo fuerza, tambíen una base donde exista el cariño y los lazos afectivos con aquellas personas que tanto amamos serán una brújula permanente. Increible es despertar y descubrir qué es lo que nos espera en este nuevo día, interesante es compartir nuestra realidad con otros, saber que las discusiones y malestares son comunes pero no definitivos, la vida está llena de colores, pero solo para aquellos cuya visión no está afectada por las tristezas e infortunios, yo no puedo ser un ejemplo para nadie que tenga al menos una persona que la ame; o alguien que lo piense; alguien que lo cuide; alguien que esté contigo para superar las complejidades que hemos creado como humanos, si aún tienes sueños, si aún eres capaz de sentir y sorprenderte, no es tu momento, no debes apresurar ninguno de tus instantes, solo vívelos y que los problemas no sean más que el reto diario que te mantenga en un desarrollo pleno, porque nos equivocamos, pero eso nos recuerda que somos humanos, no necesitamos ser perfectos porque eso debe ser muy aburrido, solo disfruta lo que tienes y quien eres, esa historia será irrepetible y muy tuya. Me voy porque tan solo eso puedo hacer, porque he tomado solo malas decisiones y eso solo lleva a malos resultados, aunque sé que aún hay mucho que hacer. Me voy pero también sé que en lo más profundo me arrepiento, porque desearía por un momento ser como tú y tener tus oportunidades, tu sonrisa, tus alegrías, tus emociones, tus amigos, tu familia, tus sueños, tu historia, tus memorias, tus logros, tus habilidades, tu fortaleza, tu entereza, tu libertad, tu entrega, tus ganas de ser y hacer, no dejes todo eso, esas cosas son tuyas para siempre y tal vez con esto me perdí la oportunidad de una historia increíble, piensa mucho, descubre mucho y explora tanto como sea necesario, yo me alegraré por ti. Creo que todos merecemos una segunda oportunidad”

Psic. Daniel Villalpando Juárez

Twitter: @danielrhayader

Gracias a K.E.P.M. por sus contribuciones

--

--